Desde la excepcional Dark Water no había vuelto un ejemplo tan conseguido de como utilizar el género de terror para hablar de otras cosas que nada tienen que ver con los sustos.
Aqui lo fantasmal no son las apariciones, lo verdaderamente fantasmal es ese Tokyo que parece una ciudad muerta y sus personajes, verdaderos muertos en vida. Sus reacciones carentes de emoción cada vez que muere alguno de sus conocidos no me parece nada anecdótico sobre lo que quería expresar Kurosawa. La soledad no tiene nada que ver con que tengas contigo alado 10 amigos, 20 novios y una familia entera, la soledad se lleva en los huesos y de ahí si que no se puede escapar. Aquí los fantasmas no andan a matar a la gente sino mucho peor, son espejos en los que se ven reflejados y por ello todos caen en la desesperación.
La verdad es que las partes de los sustos hasta me sobran, ya que el mensaje va por otro lado (eso ya pasaba con la comentada Dark Water), y hay un par de torpezas en la dirección, pero sin duda es una obra totalmente única dentro de su estilo.