Yo no se si el calificativo que más me viene a la cabeza viendo esta película es bressoniano... aunque la sombra de Bresson es alargada... curiosamente yo no he dejado de pensar ni un sólo momento en el Ladrón de bicicletas de De Sica... Bien que aquí no le roban nada material, pero seguramente le roban algo peor al protagonista, que es su vida... En el momento que en su destino se cruza ese accidente absurdo de coche, Marat la pierde, y durante el resto de la película se dedica a buscarla, bajo ese misma fatalidad que impregna la película del director italiano... Cierto que las formas son diferentes y que Omirbayev está más cerca del fatalismo a la manera de Kaurismaki, pero nada, una y otra vez se cruza para mi esta película con esa otra...
Por lo demás, la forma que emplea no deja de formar parte del cine (y la literatura) post-soviético de finales de los ochenta y los años noventa... al menos del que he tenido acceso... el cine de Kira Muratova, el de Vitali Kanevski, en fín,... un cine como un país (paises), desorientado, que se busca a si mismo y se pregunta su utilidad y sentido (la pregunta con que se abre la película no deja de ser extensible a su propia situación como cineastas... en la situación actual, ¿para qué sirven los científicos?). Pues eso...