Nunca es tarde si la dicha es buena, dicen... vaya, un poco tarde sí que es, pero así de paso resucito el hilo para que los aficionados a las películas de Yakuzas, al cine negro en general, no se la pierdan. Y es que quedan muy pocas fuentes...
Sólo he visto la primera parte, la segunda caerá este fin de semana, pero ha sido suficiente para reencontrarme con Takashi Miike de la mejor forma posible.
Ya lo he comentado en varias ocasiones, a mí este director cada vez me convence menos. Pensaba que entre tantísimo trabajo, habría obras que mereciesen las expectativas que genera cada nuevo proyecto suyo. Y las hay, por supuesto que sí, pero en un porcentaje mucho más rácano de lo que yo mismo supuse cuando me encontré con el arranque de "Dead or Alive". Miike es un director de fogonazos, de destellos de personalidad -y calidad- entre trabajos generalmente mediocres. Sin embargo, se cuentan entre su filmografía una -corta- serie de películas que se demarcan de esa línea, y que forman un conjunto mucho más... no sé cómo definirlo; armónico, quizá. Lo que es seguro es que son sus mejores películas -para mi gusto, claro está-. Bueno, Silien ya lo decía:
(...) Es evidente que sigue un poco la estela de Agitator: mismo guionista, mismo actor protagonista, mismo o parecido esquema, y se inscribe en cierto modo en el Miike "Graveyard of honor". Un cine más reposado, con explosiones de rabia a todos los niveles, fílmicas y de los personajes. Digamos que Miike demuestra que el también sabe hacer grandes películas, clásicos asumibles, por así decirlo.
Seguramente para mí el contraste entre "este" y su "otro" cine, el provocador, el desprejuiciado, el menos encorsetado en los parámetros de género, es mayor. Quiero decir, el Miike más convencional -dentro de sus parámetros-, el Miike "artesano" (odio recurrir a esta terminología, pero...), me parece infinitamente superior que el Miike más suelto, más libre, más "autor" (otra vez...). Porque al contrario de lo que se comenta en la crítica que completa la ficha, pienso que esta película es de esas pocas suyas en las que uno es capaz de abstraerse -hasta cierto punto- y olvidarse del tipo que está detrás de la cámara para concentrase en lo que se nos está contando, en las andanzas de ese tipo de blanco riguroso que, siendo sincero, empezó pareciéndome un poco mamarracho por tal "look", pero al que acabé encontrándole la gracia como fantasma vengador:
Hay un par de escenas cojonudas que resumen a la perfección los usos y costumbres de esa micro-sociedad que deben ser los clanes yakuzas, y que encima resultan tremendamente plásticas.
En la primera vemos a un jefe de uno de los clanes en cuestión recibiendo en el pulcro salón de su casa tradicional a su lugarteniente. La delicada decoración, el kimono tradicional del jefe, el bonito jardín que se adivina por las puertas corridas, el suelo de tatami... el segundo, digamos, viste traje y está situado a una prudente y respetuosa distancia. Hablan de sus asuntos. De repente el anciano jefe se aproxima hasta su contertulio, se nota la expresión de pánico de éste, se trata de algo inesperado, cuando el viejo se sienta justo delante de él y le pregunta por sus prácticas de golf... corte.
Vemos entonces a dos yakuzas, el protagonista de blanco impoluto y su compañero igualmente extravagante pero de vestimenta más colorida. Entran bruscamente en una casa de apuestas de otra familia y la asaltan salvajemente. El hombre de blanco hace de aquello una carnicería: entra en una habitación, ante la leve oposición de dos de los hombres allí presentes les dispara a quemarropa. El encargado, tercer hombre en la sala, no rechista cuando el protagonista le pide por segunda vez que abra la caja. La abre, mucho dinero en su interior. Plano contrapicado desde el que vemos en primer plano la cara asustada del gerente; Detrás, el hombre de blanco le pide que se haga a un lado y amartilla su revólver: fogonazo y la sangre salpica su traje blanco. El impacto ocurre fuera de campo. Bien por Miike... suena la música, de acuerdo con Silien otra vez, fantástica añadiendo un punto de melancolía que le sienta maravillosamente, imagen ralentizada, y se van. Pese a lo salvaje de la situación, uno casi puede apreciar dignidad en sus acciones y elegancia en sus movimientos. Fantástico.
Pero como este hombre trabaja con esos medios que son los que son... si nos fijamos en la segunda escena, cuando el hombre de blanco entra en la oficina y dispara a dos de los hombres allí congregados, uno de ellos ¡mira a la cámara! Con disimulo, furtivamente, pero se nota. Y se prepara para recibir el disparo. Que cutre. Esas cosas son las que pueden destrozar escenas sensacionales como esta. Escenas por las que uno recordará la película en el futuro.
La historia es sencilla, clásica dentro del género, y eso, en contra de lo que podría parecer no es ni mucho menos un defecto. Estoy deseando ver cómo se resuelve...
Y sigo con los aciertos: los flashbacks, algo siempre a temer en el cine en general, y en el oriental por sus interpretaciones afectadas en particular, son sorprendentemente sobrios. Bien por Miike, otra vez.
Estoy de acuerdo con Kaisha en que a veces se le va la olla y muchas de esas escenas exteriores llenas de filtros y movimientos exagerados de cámara, se las podía haber ahorrado. O, mejor, las podía haber aprovechado mucho mejor, incluso podría seguir mostrando esa suciedad que cita teinosuke, pero hubiera sido de agradecer que pudiésemos verla.
Pues eso, que me gustó. Vamos a por la segunda parte.