jidaigekipedia.comEn las redes del destinoTres años después de su obra maestra
Seven Samurai, Akira Kurosawa volvió a deleitarnos con una de las mejores adaptaciones de la literatura jamás hechas en la historia del cine.
En la versión doblada que llegó a Estados Unidos su título era
Macbeth, algo que la situaba como una más de las docenas de obras que se hicieron con ese nombre. Sin embargo el título internacional se tomó de la versión subtitulada,
Throne of Blood, que al menos servía de identificativo para hacer justicia a esta maravilla, que no solo llevó la tragedia de Shakespeare a la pantalla con suma delicadeza y cuidado, sino que además la introdujo en el mundo de los samuráis.
Sinopsis: Washizu y Miki regresan después de una victoria militar contra los sublevados. Por el camino entran en un tétrico bosque donde se encuentran con un espíritu que predice el destino de cada uno, erigiendo a Washizu como señor de la Mansión del Norte y mas tarde del Castillo de las Telarañas, y a Miki como comandante del fuerte 1 y como padre del sucesor de Washizu. No le hacen demasiado caso y lo toman a broma hasta que su primera predicción se cumple.
Resulta macabro e incluso impactante ver como una simple profecía lleva a un hombre a su autodestrucción. Movido por la ambición de su mujer y el temor a su destino, Washizu se va consumiendo cada vez más en su locura. Durante toda la película vemos como cada una de sus acciones es un paso más que le acerca a la perdición. Su esposa Asaji se convierte en títere del espíritu, llenando los oídos de su marido con palabras envenenadas que le nublan el entendimiento y alimentan los deseos ocultos de su corazón.
Mientras que películas de época como
Ran,
47 Ronin,
Seven Samurai,
The Fall of Ako Castle...etc consiguen atraparte y transladarte en el tiempo a través de su duración (en todas ellas cerca o por encima de las 4 horas),
Throne of Blood es capaz de hacer lo mismo en la mitad de tiempo. Y es que se desarrolla con una lentitud aplastante, embriagándonos con interminables escenas como la de Washizu y Miki cabalgando perdidos entre la niebla. Poco a poco el espectador queda también atrapado en las telarañas del bosque y de Kurosawa, para terminar el film como despertando de un sueño neblinoso.
La actuación de Toshiro Mifune perfectamente podría ser la mejor que hizo nunca. Por primera vez tiene un papel que no limita su exceso de expresividad, en ocasiones cercano a la sobreactuación, sino que se lo exige y lo potencia. Es una representación cien por cien teatral, todas sus frases son exclamaciones, cada movimiento se exagera al máximo, piernas arqueadas dando pasos de marioneta, ojos abiertos como platos... En todo momento secundado por Isuzu Yamada en el papel de Asaji; pintada como una muñeca de bunraku, inexpresiva, deslizándose por los escenarios como el ciempiés que forma el emblema de su marido.
La música es siempre de flauta, con notas tan estridentes que parecen desafinar. El vestuario se hace imposible de pasar por alto, tanto en las perfectas armaduras de samuráis que lleva cada uno de los cientos de extras que participan, como en los diversos señores y comandantes que aparecen. Los escenarios son casi todos muy amplios y con paredes vacías, contribuyendo a crear ese ambiente tétrico y de soledad absoluta en la que se va quedando nuestro protagonista.
Throne of Blood es una obra maestra, mi película favorita de todos los tiempos, y para muchos el mejor Shakespeare en pantalla.