Pues ayer, tras The last gunfight me quedé como más ganas de Okamoto, y le tocó a esta. Y buff, es tremenda. Como dice Maurazos, el final en el psiquiátrico es absolutamente memorable. La película tiene montones de ideas por minuto, y parece mentira que esta gente fueran considerados meros artesanos de un cine japonés que para nada es sólo Kurosawa, Mizoguchi, Ozu o Naruse, sino que tiene infinidad de capas, de directores extraordinarios, a los que seguramente su dedicación al cine de género y de los estudios, los dejó en un segundo plano para la historia oficial del cine, cuando rodaban con una habilidad y un saber hacer memorables.
Okamoto está ahí. Hacer películas como Sword of doom, Kill! o esta misma, no está al alcance de cualquiera. Su habilidad, como decía, para cruzar géneros es endiablada (aquí la comedia y el cine negro), y Tetsuya Nakadai además le aporta ese punto de locura que necesita. En fín, una delicia de principio a fin.