jidaigekipedia.comPequeños y grandes insectosPor muy bien que se conozca, o sea crea conocer, a un director, no siempre sería fácil atribuirle sin dudar una película vista por primera vez al azar. El caso de Okamoto es una excepción. Su talento para mezclar géneros es único, y especialmente en el caso de la comedia y el drama. Si en una película hay una tragedia al tiempo que se oye música de circo, y además se deja ver en escena a Makoto Sato, hay una probabilidad del 101% de que Kihachi Okamoto esté detrás de todo.
Sinopsis: Kichi es un poderoso ninja que huye del clan Takeda, y más concretamente de otro ninja llamado Saburoza. En su viaje conoce a dos hombres misteriosos, a cual más extraño. El primero es un enemigo sin demasiadas ganas de jugarse la vida; Doko Harima. El otro es un alegre vagabundo convencido de que algún día será el señor de Japón, y su nombre es Tokichiro Kinoshita. Este último les convence para unirse a los Bashaku y transportar 300 rifles hasta su señor Nobunaga Oda.
La trama se desarrolla en el periodo Sengoku. Se me antoja complicado señalar exactamente el año, pero desde luego no hay duda de que estamos entre 1560 (primera batalla de Kinoshita en el ejército de Oda) y 1575 (destrucción del clan Takeda). Como apuesta personal, yo afinaría el intervalo a 1567 (Asedio de Inabayama) y 1570 (Batalla de Anegawa), basándome en dos razones: la primera es que se nos dice que Kinoshita era uno de los generales más distinguidos de Oda, lo que implica que debía de haber demostrado su habilidad en combate; la segunda es que no se dice una palabra de Ieyasu Tokugawa, sugiriendo que Oda no se había aliado aún con él en Anegawa.
Alguno se estará preguntando el motivo por el que considero tan interesantes las fechas que rodean a este Don nadie, pero es que el amigo Tokichiro Kinoshita cambió su nombre por Hideyoshi Toyotomi y llegó a ser efectivamente el señor de todo Japón.
Cuando una película trata los enfrentamientos del Sengoku a un nivel inferior al de la batalla, solemos encontrarnos con una historia más de ninjas que de samuráis. Y estos habitantes de las sombras vienen siempre acompañados de efectos especiales a veces ingeniosos, a veces cutres. En
Warring Clans no se arriesga más que con humo, fotogramas cortados, y algún que otro salto imposible. Las escenas de lucha (cuando por fin aparecen) son bastante flojas, aunque su relevancia en la trama es igualmente escasa.
Desde luego
Warring Clans es un título del Sengoku que merece nuestro tiempo, aunque sólo sea por ver al futuro Hideyoshi Toyotomi, encarnado por un soberbio Makoto Sato, vagabundear sonriente por Japón y utilizar a unos y a otros para cumplir su sueño.