jidaigekipedia.comLa eterna búsquedaDe todas las películas que incluyen en su título a Tange Sazen, creo que esta es cronológicamente la segunda que no pertenece al cine mudo. Está dirigida por Sadao Yamanaka, y su estado de conservación es excelente si tenemos en cuenta la fecha de la que data.
Sinopsis: aparece un hombre desconocido y habla de una vieja vasija con aspecto pobre que contiene un mapa indicando el lugar donde se oculta el tesoro de un millón de ryo. Desconocedores de este secreto, los hermanos Yagyu acaban por malvendérsela a los chatarreros locales. Una serie de casualidades harán que llegue a manos del pequeño Yasu, cuyo padre ha sido recientemente asesinado. Será Tange Sazen quien le de asilo en su casa, donde cuidará de él.
The Pot Worth a Million Ryo tiene, al igual que tantas otras de las que he hablado, ese aire desenfadado característico que la lleva a convertirse casi en un cuento. La trama se desarrolla movida por caprichos del azar haciendo que el espectador disfrute a través de lo inesperado. La transición de escenas se suele utilizar como elemento cómico, ya que continuamente muestran una contradición total entre lo que se dice y lo que se hace. La moraleja que parece enseñarnos Yamanaka es que la vasija sólo puede ser poseída por aquellos que no conocen el secreto o no esperan obtener ningún beneficio de ella.
Hablar del protagonismo de Denjiro Okochi como Tange Sazen sería un poco injusto para el resto de actores, que también gozan de muchos minutos de pantalla y aprovechan la oportunidad que se les brinda para desarrollar sus personajes, consiguiendo algunos de ellos mucho peso en la historia. De hecho, el propio Tange permanece en un más que discreto segundo plano hasta que llegamos al ecuador. Caso curioso en cambio es el del mayor de los Yagyu, que tras la introducción no vuelve a aparecer en escena pese a haber sido el desencadenante de todo.
La historia carece casi por completo de acción, y el único momento para la violencia tiene lugar en el dojo Yagyu, aunque pronto acaba convirtiéndose en una oportunidad más para ofrecer una situación cómica. En cualquier caso las coreografías son rápidas, sencillas, salvajes, y con espadas de madera.
Sería un crimen terminar el comentario sin mencionar la maravillosa banda sonora que acompaña cada segundo de la película, dotando de ritmo al más aburrido de los paseos, y pasando con fluidez de lo cómico a lo dramático. Diría que es la guinda de este pastel de 1935, que pese a su antigüedad está muy lejos de haber caducado. Es una obra tan alegre, tan divertida, tan entrañable, tan carismática, y está hecha con tanto cariño hacia el legendario personaje, que me costará mucho volver a encontrar una cosa igual... después de todo Edo es muy grande; podría llevarme diez o veinte años.