Esta vez sí, Shishido toma el protagonista y demuestra que tiene un extraño carisma (tanto como su cara... y su concepto de parecer más agresivo, porque operarse para acabar así...), que le convierten en uno de los actores importantes ya no del cine de acción de la Nikkatsu, sino del cine de acción japonés de la época. Aquí convertido en ex-presidiario que es contratado para asaltar un furgón blindado que transporta la recaudación de un día de carreras, la película se mueve un poco en esa línea argumental muchas veces tratada, con la preparación del atraco, el atraco y sus consecuencias. El perfecto desarrollo de la trama, más un nutrido grupo de actores inspirados hacen el resto. Y el conjunto es de nuevo una película noir japonesa a recordar...