Venía de ver otras películas suyas como
Tony Takitani y
How to become myself y, pese a que ambas me parecieron interesantes y con detalles remarcables, no fueron, sin embargo, las grandes obras que había leído, especialmente la primera; quizá por eso encaré la visión de esta última obra con reservas y sin ninguna expectativa, fue una elección al azar. Gracias a tal indefensión, la película me golpeó donde más duele. Y es que no esperaba encontrarme con lo que, poco a poco, fue apareciendo en pantalla y atrapándome irremediablemente. La película es, sin andarme con rodeos, una absoluta muestra de excepcional cine, un ejercicio de tal sensibilidad y humanidad que me dejó boquiabierto de principio a fin; el tema, más antiguo que el cine: la muerte, cómo enfrentarla y, sobre todo, qué aprender de ella, ensamblado con el tema de la enseñanza de forma magistral; las relaciones padre/hijo en paralelo a las relaciones profesor/estudiante, la familia como el núcleo de aprendizaje, en paralelo a la escuela; la experiencia como principal motor de crecimiento personal. Los temas no son nuevos, pero los personajes están tan bien definidos e interpretados, sus acciones son tan sinceras, y el estilo que el director impregna es tan humilde pero tan acertado, que todas las piezas encajan perfectamente para convertirla en una obra maestra.
Las escenas son breves en las imágenes, pero las palabras se demoran y se extienden hacia las escenas posteriores, tendiendo puentes entre los fotogramas que se mueven hacia adelante, avanzando sin demora hacia esa muerte que, desde el principio, se anticipa como el desenlace. Pero lo importante no es ese momento que ha de llegar, sino cómo en el proceso podemos aprender y crecer. La escena del apretón de manos, sin querer entrar en mayores detalles, es de una carga emocional tal que me ví sin poder evitarlo naufragando en lágrimas de comprensión, que no de pena. Una maravilla que veré de nuevo pronto y que más gente debería conocer, ya que es bastante desconocida, injustamente.
Para mí, entre las mejores obras japonesas de la década, sin ningún género de dudas.