Pues vista y bueno, sin duda es una de las mejores películas del año, y quizás la mejor película hongkonesa. Ann Hui demuestra que sigue siendo una cineasta a la que no se puede evitar y parece que ha logrado encontrar al final un lugar en el cine hongkonés (tan dado a hacer de todo). La película es terrible. Es terrible hasta que punto se puede llegar cuando una sociedad decide caer bajo (y no me refiero a Hong Kong, precisamente). Ann Hui logra ya lo imposible en estos tiempos: que nos conmovamos durante duras dos horas, que nada de lo que nos cuente nos deje indiferente (y aún conociendo el final), con una noticia que ya es algo habitual en nuestro telediarios, en nuestros periódicos. Incluso aquí tenemos jueces (por decir algo) que son aún más miserables que los policías de la película, y también sabemos mirar como nadie hacia otro lado. Sólo si la noticia da para algo de morbo, se le dedicará más tiempo, sino será simplemente dos líneas en el suma y sigue de la violencia doméstica, una cosa, como las bombas, que parece que siempre le cae a los demás, luego no hay problema. Hacer un cine como éste es más necesario que nunca. Ann Hui no carga las tintas en ningún momento, no nos intenta moralizar, hablarnos de la perversidad de la gente, qué se yo,... deja que los hechos sean los que definan el todo. Y no es necesario más. Porque acostumbrados a eso, al melodramatismo impostado de las noticias, nos hemos olvidado del horror cotidiano, el que no necesita ni ser explicado.
Qué decir de Simon Yam... Aquí seguramente le sirvieron los años de categorías III y psicópatas... Seguramente pocos actores pueden ser tan turbios como él. Igual es la interpretación del año. Como la de Zhang Jingchu, que es una de las pocas actrices chinas importadas por el cine hongkonés que está logrando aportar algo más allá de estar físicamente. Y la magnífica banda sonora. Y el regreso de Alex Law, que andaba supervisando el guión, tras unos años sin saber de él.
No os podéis perder esta película.