Unos años después de For fun, Ning Ying volvía a realizar un retrato irónico de la sociedad china a través de su (desangelado) cuerpo de policía, de nuevo en un retrato grupal, que circunda al protagonista, un oficial. Recorriendo las calles en bicicleta (porque apenas si logran arrancar la vieja motocicleta con sidecar o mucho menos el coche patrulla), atravesando el frío invierno, persiguiendo perros rabiosos o simplemente extraviados, organizando consejos vecinales, los días van pasando, y cada día parece más gris que el anterior. Lejos de ser un destino glorioso, parece que no esperan nada. Ning Ying no deja de ser brutal en su aproximación a esos policías y de paso a la sociedad china. El color gris va dejando lugar al negro y lo triste a lo grotesco. Segunda entrega de una supuesta trilogía (el misterio crítico que hace contar las películas de tres en tres), que completaría I love Beijing, su directora vuelve a demostrar que se mueve como nadie en ese terreno entre el documental y la ficción, de dudosos límites.
Otra obra extraordinaria, fundamental para entender lo que llegará, poco después, con la sexta generación...