Bueno, recupero ahora un viejo proyecto que se vio interrumpido tras el lanzamiento Rain Dogs debido a una conjunción de factores como la imperiosa necesidad de dar a conocer a Darezhan Omirbaev, la habitual falta de tiempo y ahora el tema de la migración. Espero que no vuelva a repetirse otra interrupción así y mi intención es ripear en las próximas semanas varios títulos de la “nueva ola malaya”.
Para empezar os traigo The Big Durian, que seguramente sea la película más importante y reconocida de Amir Muhammad, una de las figuras centrales del movimiento. El caso de Muhammad es especial, pues parece encontrarse en una posición algo insólita dentro del grupo. Lo que lo diferencia de sus compañeros es su predisposición, con la salvedad de dos films de ficción (su ópera prima, Lip to Lips y el film experimental Tokyo Magic Hour), a abrazar las formas del cine documental, y más concretamente la variante conocida como cine-ensayo. El cine de Muhammad posee un marcado carácter crítico y surge de la necesidad de elevar la voz frente a la realidad malaya, lo que le ha granjeado varios problemas con la censura gubernamental (su último film, Village People Radio Show ha sido prohibido recientemente). Sin embargo, su estilo se aleja de cualquier atisbo de autocomplacencia y de adoctrinamiento, y basa su fuerza en la interpelación directa con los hechos y la memoria (la suya y la de sus compatriotas) , utilizando la ironía como principal arma de su discurso, en una aproximación en espiral hacia los hechos que permite que el contexto aflore por sí solo y retrate la situación histórica y social del momento. En ese sentido la construcción de The Big Durian, es ejemplar. Partiendo de un suceso puntual y aparentemente casual de la historia reciente de Malasia, la matanza perpetrada por un soldado en Kuala Lumpur en 1987, consigue ahondar en la historia del país desde su independencia, y en los factores sociales y políticos que provocaron aquel incidente y que parecen tener su continuidad en el presente, en la diversificación cultural y religiosa de la sociedad, y en la estructura misma de la jerarquía de poder. Una estrategia que volverá a utilizar con acierto en The Year Of Living Vicariously. Para la reconstrucción de aquel acontecimiento, Muhammad compone un mosaico a base de entrevistas (algunas circunstanciales, otras perfectamente planificadas, e incluso falseadas), fotos fijas, imágenes de archivo, además de sus propias apariciones frente a la cámara que alimentan esa sensación final de imposibilidad de restituir la historia desde la memoria y la percepción, de que no sólo la realidad nunca es lo que nos quieren hacer creer, sino que ni siquiera es posible acercarse al todo, la verdad, a partir de sus partes. A pesar del tema tratado, y del desconocimiento que tenemos, al menos en mi caso, de aquel país, el tratamiento que le da Muhammad hace que resulte un film realmente divertido, dinámico y nada tedioso.
La mala noticia es que no hay subtítulos para las partes habladas en ingles, un 40% de los diálogos aproximadamente (en Malasia se hablan varios idiomas). Algunos se entienden bien, y otros requieren de cierta concentración para los oídos poco adiestrados. Es una pena, pero ahora mismo es la única edición que existe...