Curiosa película. Tras S-21 lo cierto es que Rithy Panh podía haber llegado a un punto final, pero si en aquella hablaba sobre la memoria ahora le tocaba hablar sobre ella, sí, pero también sobre lo que ha quedado, que es casi nada. Siguiendo a esta compañía de teatro, de un teatro devorado por las plantas salvajes, quemado, metáfora del país, el director va siguiendo a unos pocos personajes, de nuevo sin esperanza, todos en uno terreno que queda entre los recuerdos y la inexistencia de un futuro. Sin llegar a la intensidad de aquel campo de exterminio (esa de todos modos era una partida perdida), la película tiene una extraña belleza, contiene una curiosa melancolía. No por ese tiempo pasado, es obvio, pero si por ese tiempo presente que no es apenas nada, pero que será más que lo que vendrá...