Si Parking, su primera película, ya fué toda una sorpresa, ésta es en cambio una absoluta confirmación. La historia al principio parece que va a ir por los derroteros de drama de niño huérfano abandonado a la mano de Diós, pero en cambio lo que termina siendo es por un lado el relato de maduración de un niño dentro de un contexto poco agraciado (madre prostituta, padrastro asesino, amigo delincuente... vamos, como para echar cohetes) y por otro el retrato de todos esos que le rodean bajo el prisma de su mirada, y todo rodado con esa pausa tan bellamente taiwanesa y una cuidadísima fotografía.
¿Un pero?. Pues sí, y es que al igual que pasa con su anterior filme, me parece que la película se cierra de forma un tanto brusca.