jidaigekipedia.comSepultura para todos78 años tenía Kihachi Okamoto cuando rodó la que sería la última película de su filmografía. Murió cuatro años después, pero dejó tras de sí varias joyas del cine japonés y del jidai-geki, siempre caracterizadas por ese talento que le permitía mezclar géneros incompatibles con total naturalidad. En
Vengeance for Sale le asiste un Tatsuya Nakadai entrado en años, que conserva intacto su carisma detrás de esa mirada tan inolvidablemente expresiva.
Sinopsis: Sukeroku es un joven que abandona su pueblo para trabajar como asistente en misiones de venganza. No es un mercenario, puesto que a cambio de su esfuerzo tan sólo recibe la voluntad. Después de siete años de bagaje, regresa a su tranquila aldea y conoce a un hombre enfrentado a cuatro vengadores. Su ayuda no es requerida en esta ocasión, pero revelaciones posteriores le darán un auténtico quebradero de cabeza.
La película es tan sencilla que resulta increible lo bien hecha y entretenida que es. Parece durar la mitad de los 85 minutos que aparecen en la ficha técnica, y es que apenas tiene cuatro o cinco escenas, larguísimas y sin interrupciones. La historia al completo parece desarrollarse en tiempo real, es decir, exceptuando la introducción abarca un intervalo temporal de poco más de una hora.
Incluye una visión humorística y paródica de las fuerzas del orden de la época, mofándose de sus pavoneos en desfile, sus estúpidas normas como la que prohibe la contra-venganza, y situando la corrupción como el pan de cada día de los oficiales. Ittoku Kishibe borda su breve pero importante interpretación del intendente Oribe Sakakibara.
Con Hiroyuki Sanada me pasa lo mismo que con Tomisaburo Wakayama; no me agrada demasiado su forma de actuar, pero me parece una maravilla el verle luchar. No obstante, me gustó mucho en
Twilight Samurai y me ha encantado en
Vengeance for Sale. Creo que la madurez y el alejarse de sus repetitivos papeles de los años 80 le han hecho un gran favor.
Y bueno, poco más se puede comentar ya. Okamoto demuestra que con cuatro piedras y un par de actores puede hacer magia y tenernos pegados a la pantalla el tiempo que estime oportuno. Sin ser por supuesto una obra maestra, y sin llegar a la altura de sus mejores trabajos, es desde luego una película meritoria digna de recomendación.