La película me ha agradado, pero me hubiera gustado más de no ser por su tramo final, me ha parecido un remate de historia demasiado simple, aunque la última escena me ha gustado cómo la deja. Ver.
Ya..., el mensaje tiene que ser esperanzador. Pobre Japón, si no. Es de lo que se trata. Yo contaría esta película entre ese subgénero de finales de los 1940-principios de los 1950 de películas «(re-) educativas» en las que el mensaje a veces se calza un poco forzadamente. El otro día, cuando volvía a ver ésta, estaba pensando que la directora, Tanaka, tuvo, con perdón, un par de ovariones haciendo esta peli, porque toca un tema bien desagradable de la realidad de la postguerra, hablando de un colectivo –el de las mujeres que se entregaron a los ocupantes norteamericanos para tirar pa'lante– del que sin duda la mayor parte de la sociedad no quería hablar y que más bien habría preferido meter bajo la alfombra con la escoba. Y eso hizo la valiente Tanaka cuando no hacía ni diez años del fin de la guerra y los hechos comentados eran una realidad presente (la ocupación McArthur finalizó en 1952 si mal no recuerdo). Porque arriba en la sinopsis no se dice, pero las «cartas de amor» que dan título a la peli las escriben los protas masculinos (Mori y Uno) para mujeres del colectivo citado. Como la mamá (prematuramente difunta) de Kiku e Isamu, verbigracia.
Otra cosa que quería comentar de esta peli es sobre el reparto. Aparte de los tres que hay en la ficha (que sí, son los principales), tiene papel bastante protagonista Kyoko Kagawa (como la librera joven). Y aparece la misma directora, Kinuyo Tanaka, en breve papel de mujer de mala vida. Otra que tal es, yo creo, Tamae Kiyokawa, que sería la señora del perrito, si bien en IMDb y otros elencos que he consultado no la mencionan. Pero es que lo de los cameos en esta peli es una cosa muy entretenida. Toru Abe compra libros en la calle, un momento. Chishu Ryu, acompañado de Kuniko Igawa, aparecen dejando cosas en guardarropía, un momento, visto y no visto; en el mismo restaurante, Fumiko Okamura es la dueña y da una pequeña regañina a Yoshiko Kuga por traerse el (supuesto) novio al trabajo. Y allí mismo es camarero Koji Mitsui, al que se ve cosa de uno o dos segundos y ya está, sin decir ni una palabra (!). ¡Toda esta gente, y más, haciendo prácticamente de extras!
También es bonita la aparición de la veterana Takako Irie como casera del personaje de Kuga, y la de la ídem Ranko Hanai vendiendo ramen en su puesto callejero. Ya digo, festival de cameos. No se hizo acompañar nada mal la Sra. Tanaka en su debut directoril... Ah, cuanto más la conozco más la adoro...