Dios qué película... En primer lugar, mi opinión es personal e intransferible (igual tuve un mal día... bueno, dos malos días, porque la he tenido que ver en dos veces...).
Creo que hacía tiempo que no veía nada igual... Yo iba con toda mi ilusión, de acercarme al cine de un país que nos es desconocido (quitanto a Eric Khoo) y me encuentro con este engendro pretencioso...
En fín, vayamos por partes... La película cuenta la historia de un escritor de novelas de amor, que bueno, digamos que va teniendo una serie de encuentros fortuitos con los que va construyendo, en fín, no sé, es que no he entendido nada de la jodida película... La cosa se presentaba complicada... Empieza de una forma normal y corriente, nos cuenta una historia extraña de una mujer que va con la boca tapada y moviendo el hocico como los conejos (luego veremos el motivo), y que se encuentra fortuitamente con un hombre que elige los mismos libros que ella en la biblioteca... El final de este episodio es tan surrealista que ya te deja mosqueado (y salen los títulos de crédito iniciales... ha pasado más de media hora de película). Todo el rodado con una constante música de piano (que no queda mal, todo sea dicho) y poniendo la cámara aquí y allá... Y ya la hemos jodido... Ahora empieza el disparate... El formalismo se adueña de la película y parece que su director está más ocupado en que todos pensemos lo bien que mueve la cámara (y la mueve como el culo) y que planos más geniales y más originales hace (y a estas alturas eso será original en Singapur... y tampoco creo). Los actores están para matarlos... Si eso es lo mejor que tienen lo llevan jodido... Qué malos, de verdad... La historia es un puro disparate que no se puede coger por ningún lado y el final es lo más grotesco que he visto en años (y mira que he visto cosas grotescas)... Sí, tiene algunos segundos sueltos de una cierta brillantez dispersos por todo el metraje, pero eso no es ni de lejos suficiente para no salir corriendo a las primeras de cambio...
¡Y ganó el premio al mejor director! ¡Dios mío, como serán los otros!