Y luego de ver la de Takeda, me vinieron ganas de ver esta miniserie (¿forma parte de la colección Warlords??), que lo tenía pendiente. Y estaba diciendo en otra parte (a saber, en el hilo que toca
) que la de Takeda es una de las mejores de su «familia». Pero esto es que es otra cosa. Esto es un Okamoto. ¡Qué diferencia! La primera mitad es francamente divertida, y llena de los gimmicks usuales del director, para disfrute de sus seguidores, entre los cuales me cuento. Poco faltó para que apareciera una banda tocando dixie con taikos y shamisenes
También es peculiar el modo como en ciertas escenas se aparta de mala manera de la acción principal, como si tuviera todo el tiempo del mundo: lo raro es que luego en cambio hay algunos saltos muy bruscos
Y creo que esta «película» no es –como otras de la «familia»– una versión recortada; al menos por lo que entendí en la ja.wiki la duración coincide con lo que la TBS pasó por la tele un uno de enero de 1987.
La peli podría llamarse «aventuras del joven Saru (Hideyoshi)», porque termina en el momento en que Oba le pasó (con ayuda de su asesino) la batuta para que orquestase la unificación de Japón, y en lo de 'Saru' (mono) hay que poner énfasis, pues Okamoto lo hace
Con ayuda de esta peli he situado mejor al personaje y su función en esa complicada historia que fue el final del caos sengoku y el retorno al Orden. Veo que Tokugawa fue un oportunista, que aprovechó la situación de lo mal preparados que había dejado Hideyoshi sus asuntos de herencia y sucesión. Y como fue el Shogun y él sí que se lo montó bien en ese aspecto (sucesión), acaba por llevarse los méritos de la uni(ficación), pero de eso nada monada, entre Oda y el «Mono» lo habían dejado todo encaminado, encarrilado y hasta prácticamente listo para usar. Es verdad que se aprende historia viendo cine...
Bueno, aquí lo que Okamoto no cuenta, porque termina su peli antes de que ocurra, es cómo después a Hideyoshi se le fue la olla con lo de la invasión de Corea, China, las Filipinas y si me apuras el Imperio de Felipe II
Pero ésa, en efecto, es otra historia