Y voy llegando al final de la saga.
Yo había calculado la acción más o menos en 1890 (hablo del general de la saga, no de esta parte) por eso de que la era Meiji duró 44 años, si dice a mediados tienen que ser 20 y bueno, me daba por ahí. Si en la segunda o tercera parte se dice que tiene 23 años y la niña que aparece en una de esas partes, luego aparece como una jovencita casi adulta (o adulta para los estándares de la época) se podría decir que habían pasado 10 años, que ella ya contaba con 30 y pocos y que ya estaríamos en 1900.
Todo esto es elucubración, al final, porque el dato de la guerra con Rusia es contundente. Lo mío son cuentas en el aire (y los números no son lo mío)
A estas alturas creo que Oryu se niega a aceptarse como una jefa hecha y derecha. Es mucho más que una aprendiza. Tiene un nombre, es conocida, respetada, temida y amada. Pero ella sigue con su humildad a prueba de balas, así como su determinación para luchar por lo que considera justo, que la ubica siempre del lado de los más débiles.
Me salto directamente al final para confirmar la tendencia de sus peleas a pelo al viento (parece una tontería pero no lo es, hay una cuestión de variación estilística por tonto que parezca)
y también para decir que es el más conmovedor de toda la saga.
A estas alturas, uno se pregunta ya que no puede hacer esta dama, porque parece quedarle chico todo.
Está claro que ella es la única voz de sensatez, en un país al borde de la guerra, con un ministro de defensa que parece más un payaso que un ministro.
Y vuelvo al final. Porque ahí está todo. En ese enfrentamiento final.
Me pregunto finalmente si ese mundo del que proviene Oryu no estaba en ese entonces tocando a su final. Una persona de la edad de Oryu en la realidad habría vivido con toda la furia hasta 1970 ¿cómo habrá vivido sus últimos años? me pregunto.
Algo más que quiero decir es lo pegadiza que es la canción principal.