Ya la vi yo también. No me esperaba mucha cosa y como tiene algunas, bastantes, pues todo bien. Creo que me ha gustado más que Train to Busan. Allí estaba una de las manías del cine hipercomercial: llevarnos de la mano para que no nos perdamos. Aquí, nos perdemos porque el primero que se pierde es el director. Y bueno, pues tampoco está mal. Cierto: su primera parte es mejor que la segunda. Y la otra obviedad es que da la sensación de que el director no sabe con qué quedarse. Así, a la que te descuidas tenemos personajes que están en toda la película y piensas que para qué o si no se podían haber aprovechado más. Por no decir ciertas reflexiones (como que los zombies se han quedado en el último instante en el que eran zombies, reflexión que no le sirve a la película para nada, más que para llenar algunos planos, y bueno sí, justificar un personaje, que sin eso también hubiera funcionado). Antón Chéjov decía que lo importante para un escritor no es lo que escribe sino saber usar las tijeras. Y ahí tenemos el mal de nuestro tiempo. Uno debe estar dispuesto a sacrificar la idea más maravillosa del mundo o un personaje genial para que la película se sostenga sin decaer. Ahora poneos a repasar mentalmente buena parte del cine actual y veréis como este es el problema: que todos se creen geniales y piensan que nada puede ser cortado porque es igualmente genial.
En fin, está entretenida, eso es innegable. Y tiene muy buenos momentos. Pero se podía haber hecho más con menos.