jidaigekipedia.comLuces y sombrasPandemonium (de título original
Shura) es obra de Toshio Matsumoto, conocido representante del cine experimental japonés con títulos en su filmografía como
Funeral Procession of Roses y
Dogura Magura. La película que nos presenta está hecha con la firme convicción de no caer en el olvido, con una historia de las más desgarradoras del género y un juego de contrastes en blanco y negro que desafía los sentidos.
La trama comienza con un ronin (Gengobe) enamorado de una geisha (Koman). El fiel sirviente de Gengobe le entrega 100 ryo reunidos con gran esfuerzo por la gente del pueblo para que recupere su rango de samurai y participe en la venganza de la casa Enya. En ese mismo momento Sangoro le informa de que la libertad de Koman tiene un precio de 100 ryo, con lo que se le plantea un enorme dilema en cuanto al camino a seguir. Su decisión guiará las vidas de todos los implicados y los llevará hacia un tormentoso final.
El film está basado en la obra tradicional Kabuki de Namboku Tsuruya y Shuji Ishizawa titulada
Kamikakete Sango Taisetsu. Probablemente nos suene la venganza de “algo más de 40 hombres” y un montón de ronin que sobreviven esperando el gran momento. Si cambiamos Enya por Asano y Kono por Kira, entonces todo comenzará a cobrar sentido.
La historia sólo puede ser considerada como brutal, con un gran parecido con la mítica
Throne of Blood en cuanto a que se trata de un círculo de personajes que se llevan inevitablemente a la autodestrucción a través de sus propias decisiones. Además del argumento, la estética de los escenarios vacíos y la oscuridad ambiental también son muy similares. Los más avispados notarán que los estridentes sonidos de flautas en una de las escenas parecen directamente sacados de aquella obra de Kurosawa.
El desarrollo es aplastantemente lento, con una primera escena en la que un monje golpea un gong que es capaz de controlar nuestras pulsaciones. A menudo se introducen fotogramas en negro con letras blancas que se utilizan para localizar la situación o el intervalo temporal. Más tarde pasan a ser algo parecido a nombres de capítulos.
El director juega con los personajes, pero también con el espectador. Continuamente introduce ilusiones, sueños e imaginaciones que se funden con la historia central sin ninguna aclaración, por lo que será normal que en ocasiones no sepamos si fue un sueño o una realidad, salvo en los casos que a continuación la escena vuelve al punto de partida.
Conforme nos acercamos a la parte final las muertes pasan a ser mucho más duras, desgarradoras, alargándose interminablemente y explayándose en brutales primeros planos que dan al actor la oportunidad de demostrarnos lo bien que puede hacerlo. Esos rostros desencajados que no se apartan de la cámara en lo que nos parece una eternidad serán difíciles de olvidar aún después de unos días. Quizás el único film que ha logrado transmitirme unas muertes tan reales y descorazonadoras haya sido
The Wolves, otra obra maestra de la época.
En el aspecto técnico está lo que en principio es más llamativo de
Pandemonium; el blanco y negro. No es una tonalidad como la de otras películas que nos permiten con una nitidez enorme llegar a adivinar los colores reales, sino que tan sólo distingue la luz de la oscuridad y los reflejos de la sombras, privando a los personajes de vida y a los escenarios de vistosidad. Como pasaba con Kon Ichikawa en
An Actor's Revenge, sólo vemos lo que el director quiere que veamos.
Sería injusto terminar sin dedicar unas palabras al plantel de actores que ha hecho posible aprovechar al máximo la idea de Matsumoto. Me siento incapaz de separar a los más destacados del resto, ya que todos responden a un nivel bastante alto. Tenemos a Katsuo Nakamura en el papel de Gengobe, Yasuko Sanjo en el de Koman, Juro Kara como Sangoro, y Masao Imafuku como Hachiemon, el fiel vasallo de Gengobe que nos obsequia con la mejor interpretación de la película.
No creo que deba alargarme más en la reseña.
Pandemonium ha demostrado ser una obra maestra de exquisita factura que dificilmente olvidaremos jamás. Una representación soberbia de cinismo y degradación humana. El terrible escenario donde los humanos se transforman en… demonios.