Obra personal, original, compleja, poética y rompedora donde las haya.
De una belleza plástica tan extrema que emborracha las retinas.
De una densidad conceptual tan fiera que llega un momento en que en una misma escena hay dos y tres y hasta cuatro frentes a los que atender.
Y la película ya se convierte en una joya definitiva si aún hemos de sumarle una emotividad que deja sin aliento, además, ayudada por una banda sonora deliciosa.
Que ningún atrevido deje de verla. El autor sólo nos pide un pequeño esfuerzo, casi ascético. La primera parte es un ascenso difícil hasta la cumbre, que es la segunda parte, donde todo, o casi todo, se nos vuelve inteligible.
Infinitas gracias a krillov por regalarnos semejante maravilla y a pazguaton por los subtítulos.