Es, probablemente, la película de Shinoda que menos me ha emocionado hasta la fecha, pero eso no debería considerarse una crítica, pues el estándar de este director está bastante alto y no es fácil mantenerse en ese nivel de excelencia en cada obra. Dicho esto, la película es sin duda buena, con una representación interesante de la transición de Japón hacia la posguerra vista desde la óptica de una pequeña isla (y, en especial, de los niños que en ella habitan, aunque el plantel de personajes es bastante más variado y rico), aunque me ha parecido que trataba los temas de forma un poco brusca, como queriendo decir demasiadas cosas y sin profundizar lo suficiente en ninguna, y quizá esto es lo que me ha distanciado un poco.
De todas formas es una obra más que recomendable.