Pues precisamente la vi ayer, y bueno, mis aproximaciones al kaiju han sido más bien escasas y sólo la ¿benéfica? influencia de Alikuekano ha obrado en sentido contrario
. Primero Dogora, luego Godzilla, ahora Rodan. Tres películas de Ishiro Honda para comenzar. Evidentemente Rodan no está a la altura de Godzilla y en cierta manera no deja de ser una variación sobre el tema (y me temo que todas lo serán, por ese gusto tan japonés por la repetición), pero tiene momentos realmente magníficos (en especial ese final de tanta plasticidad, de terrible belleza). Volvemos a tener aparición misteriosa, científicos, militares que no se quitan el casco ni para cenar, bombas atómicas (cuanto trabajo para los remontadores americanos) y monstruos, claro, aquí varios... con sus contradicciones, como buenos monstruos que son, y sus debilidades, por que hay que acabar las películas de algún modo. Además de la reflexión científica del momento: en Godzilla querían analizar al monstruo, aquí salvar la naturaleza. Nos volvemos pragmáticos.
A mi estas películas, en su encantadora imperfección, me devuelven los juegos de niños, y no puedo dejar de imaginarme lo bien que se lo debían pasar esta gente entre tanques de juguete, ciudades enmaquetadas y monstruos plastificados... Hay una cierta invitación al juego, a creernos lo imposible, a que hagamos como si no hubiéramos visto el cable, y esa vuelta al primitivismo en el cine, un poco a lo Melies, es lo que a estas alturas las convierte en objetos únicos, que ya no nos asustarán, seguramente, pero que están ahí aún para fascinarnos y para que pensemos que el cine definitivamente es otra cosa... no sabemos qué, pero otra.