Siento que si escribo muy seguido de este director, más o menos escribiría siempre lo mismo.
Lo suyo son estos personajes atrapados en su mundo, a veces más grande a veces más chico.
Pero atrapados finalmente, quizás en la indecisión, nunca me queda claro si es la indecisión o la impericia.
Los personajes de 4:30 son seres invisibilizados un padre con vocación suicida y un pibe a la deriva, más solo que un perro, invisibles, como decía, para su sociedad, que parece expulsarlos, esto se deduce y no tanto.
Quizás el tema de fondo sea la incomunicación.
En fin.
Recomendada, como cualquier producción de este director.