Tras Rouge, Stanley Kwan se había quedado con ganas de volver a trabajar con Anita Mui... Tras seguir una retrospectiva sobre Ruan Ling-Yu y comprar un libro de fotografías de aquel mito del cine mudo, Kwan piensa que Mui y ella se parecen. Así, empieza el proyecto de Center stage, que finalmente llevaría a cabo con Maggie Cheung.
El proyecto le lleva una preparación de dos años. Junto a su guionista habitual, Yau-Daai On-Ping, buscan como contar una historia en la que Ruan Ling-Yu y Anita Mui estén en un mismo plano, confrontadas, y huir de la biografía al uso, que no les interesaba desde el momento que ya se había hecho para la televisión, protagonizada por Cecilia Wong.
Así, Center stage tendrá esa original estructura con la que asumían un riesgo notable, y las escenas de aquellas viejas películas conviven con las escenas de esta nueva película, y Ruan Ling-Yu va dejando paso a Maggie Cheung y ésta a Ruan Ling-Yu, en un movimiento que atraviesa y constituye toda la película. Lo que podía haber sido una invitación al ridículo, se convierte en un ejercicio admirable... Kwan decide nadar y guardar la ropa adoptando a su vez una línea documental, que de nuevo juega con la confrontación. Mientras la biografía deja un espacio al como se rodaba en aquella época, el documental va mostrando como construir esa biografía. Si la ficción se cuestiona sobre el mito de Ruan Ling-Yu y su construcción como actriz y persona, el documental se cuestiona sobre como acercarse a aquella época, a aquella mujer, o, simplemente, como hablar de otros tiempos y otras personas. Kwan no duda en ningún momento en enfrentarse una y otra vez a sus modelos. Los actores son enfrentados a sus dobles sin descanso, a través de fotografías o de viejos fragmentos, hasta que todo constituye una sola cosa, que trasciende los diferentes discursos, las diferentes líneas en las que se mueve.
Maggie Cheung construye uno de los personajes más fascinantes de su carrera (y como señala a2nin3m, su presencia se dejará notar en las películas de Wong Kar-Wai) y se postula como un mito de los tiempos modernos, como Ruan Ling-Yu lo fue del cine mudo. Cada gesto suyo, cada movimiento, se convierte en algo sublime. Sonreir, bailar, subir unas escaleras,... todo. Por este papel, se llevaría el premio a la mejor interpretación en el Festival de Berlín y en los Hong Kong Film Awards (aquel año, esta película tuvo un rival temible, Cageman, de Jacob Cheung, que la desbancó en todas las categorías, excepto ésta y las técnicas).
Mención especial merecen precisamente eso, la fabulosa escenografía de Pok Yeuk-Muk (que ya se ocupó de Rouge), que consigue recrear perfectamente ya no sólo la época, sino devolvernos hasta las más mínimos detalles y trasladarnos el "aire" de aquel tiempo (la casa de Ruan Ling-Yu es un trabajo sensacional), la fotografía de Poon Hang-Sang, que ha trabajado en películas muy importantes, desde los primeros tiempos de la nueva ola, o la música de Siu Chung, todos ellos, como decía, premiados por los Hong Kong Film Awards.
En definitiva, una lección de cine, y sin duda, la mejor película de Stanley Kwan.