Pues para cerrar la filmografía (disponible) de Nomura, película rara al canto, dentro de su cine. Rara por muchas cuestiones, pero seguramente la más importante es que casi se desarrolla por completo en una habitación de hospital en la semioscuridad. Para un director tan amante de los espacios abiertos, los planos largos y el ritmo corto, no es precisamente la mejor situación. Podemos seguir pensando que es una película de intriga (una niña lucha contra el tétanos) y un poco como eso está filmada. Como si se sintiera un poco oprimido él también, cuando logra sacar la película a la calle, aunque sea brevemente, mete a toda prisa un tren y un plan largo. El hombre de las ideas fijas y claras.
En fin, la historia es bien sencilla y ya está dicha: una niña coge el tétanos y sus posibilidades de sobrevivir no son muy altas. Toda la película será la lucha de la niña (vaya papelón le toca hacer a la pobre, con cinco o seis años que tendría) contra eso, frente a sus padres, que empiezan a compartir miedos y síntomas. La película no nos evita nada y es dura de ver.
A mi es que no me entusiasman las películas de médicos (menos aún que las de juicios) y bueno, eso ha hecho que no estuviera muy cómodo viéndola, pero hay que reconocerle que Nomura se vuelve a mover con soltura (la que puede) y que logra mantener la tensión (aunque podría haber sido una película más breve). Esta vez cambia sus melodías afrancesadas por Bach y bueno, hay un toque más experimental y simbolista (desde El castillo de arena este hombre tiene un gusto por los símbolos muy acusado), también muy de los años ochenta, en los que acababa de entrar.
Y bueno, después de estas últimas películas viene a mi recurrentemente una pregunta. ¿De dónde sacarán los japoneses ese gusto por poner fundas y tapetes de punto de encaje por encima a todo?
Yo me quedo alucinado viendo ¡qué forraban los teléfonos! Pero además de arriba a abajo. Un primor
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