¡Hola!
Como a muchos de vosotros, me encanta que me muestren el costumbrismo de la sociedad japonesa en diferentes épocas. Normalmente, nos ponen una trama enmarcada en cualquiera de los periodos del shogunato y, aunque la trama funcione sola, por su cuenta, para mí esa carga costumbrista es un importante aliciente. Aquí el gran Shinoda va más allá: la trama es la misma época en la que se desarrolla, la historia misma que nos cuenta es el momento histórico que nos muestra. Justo antes de la restauración Meiji, con su aperturismo y modernización, hubo un intento involucionista, una vuelta de la tuerca autoritaria que pretendía acallar el descontento de esos últimos años de shogunato llenos de hambre, pobreza, revueltas y caos. Y esa es la reforma Tenpo de la que no paran de hablar en el filme: una restricción en derechos de reunión y asociación, pero también de fiestas, cultura popular, teatro... y también una ley restrictiva incluso en el estudio de idiomas foráneos (especialmente, el holandés, país que ya llevaba unos años vendiendo armas y barcos de guerra al Shogun). Mizuno, quien en el filme impulsa esta reforma, fue de hecho el alto mando del shogunato responsable de su implantación. Una de las herramientas que se usaron fue el sintoísmo más duro: la gente debía acudir a los templos por obligación y era allí donde se hacían los censos de la población.
Así, Shinoda, con un reparto que quita el hipo, una luz magnífica y una geometría que destaca en muchos encuadres, hace una película a ratos autorreferencial: una charada que no debía acabar, una comunión de las clases más desfavorecidas que se resistía a desaparecer. Es verdad que me ha agobiado de a ratos la puesta en escena tan de teatro y la falta de exteriores y localizaciones naturales, pero me ha encantado.
¡Saludos!