Realmente estamos otra vez ante el típico planteamiento del cine de yakuzas, pero aquí con un tono más policiaco, gracias a la presencia de Mifune como policía llegado a la ciudad. Si lo quitamos a él, volvemos a la historia del grupo yakuza en ascenso con malas maneras y métodos, enfrentado al grupo con grandes principios y jefe yakuza en decadencia, más el tipo máquina que abandonó el grupo, y no quiere saber nada de nada, pero que al final se ve obligado a ajustar cuentas con la humanidad. Esto lo hemos visto tantas y tantas veces, que resulta increible y digno de estudio como podemos seguir disfrutanto tanto con estas películas (y he disfrutando como un enano con ella). Aquí la cosa se desvía en algo porque digamos que todo está visto desde el punto de vista de un policía, y eso ya no es tan habitual, ni mucho menos. Además, le añadimos que Okamoto es un cineasta extremadamente habilidoso para integrar elementos dispares (yakuzas, policial, comedia, musical,...). Yo sólo he visto suyas (que recuerde) Sword of doom y Kill!, y en todas va más allá. En fín, una película (y un cineasta) a tener muy presentes.